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El trabajo por objetivos, sinónimo de productividad

La obsesión por estar cuantas más horas en el trabajo mejor está cediendo su reinado al trabajo por objetivos, donde las metas pueden materializarse en el corto plazo, algo que hace que los índices de concentración, motivación y productividad aumenten

Actualmente, la flexibilidad y la autonomía son dos de los elementos mejor valorados por los empleados. En ese marco, parece claro que un enfoque del trabajo basado en el presentismo y que equipara la productividad de los empleados al número de horas que permanecen en sus puestos de trabajo queda obsoleto. ¿Por qué no sustituirlo por otro basado en objetivos, una tendencia que los expertos apuntan que va a revolucionar la forma en la que trabajamos?

Cuantificar el trabajo, he ahí la cuestión

El trabajo por objetivos empezó a fraguarse durante la segunda mitad del siglo pasado como alternativa a una filosofía de trabajo donde imperaba un lugar y un horario laboral fijo, donde los empleados tenían las mismas cargas de trabajo y donde parecía que cada jornada fuera idéntica a la anterior, algo que hacía que los índices de motivación, compromiso y productividad de las plantillas cayeran en picado y que, inevitablemente, restaba competitividad a las compañías.

En cambio, promover que los empleados trabajen por objetivos aporta varias ventajas a la empresa. Para empezar, si se cuantifican las metas a materializar, la empresa estará cuantificando también el potencial y el índice de desarrollo de cada empleado. Y es algo sabido que medir este tipo de variables hace a las compañías más conscientes de las debilidades y fortalezas del talento que aglutina a su alrededor.

El trabajo por objetivos: específicos, medibles, alcanzables y realistas.

Para empezar a trabajar bajo este sistema, hace falta que cada empleado pacte con su superior directo qué objetivos debe alcanzar y qué plazo tiene para hacerlo. Estos objetivos, según el Observatorio de Innovación en la Educación y el Empleo, deben ser “específicos, en tanto que no pueden llevar a ningún error de interpretación; medibles, ya que deben alcanzarse en un plazo concreto y poder ser evaluados para saber en qué fase se está en cada momento y si finalmente se logran o no; alcanzables, puesto que no deben ni estar fuera del alcance del empleado ni ser demasiado fáciles de conseguir; ser realistas, ya que deben estar dentro de las posibilidades del empleado, y limitados en el tiempo, ya que cabe definir una fecha para alcanzarlo, algo que le ayudará a planificarse mejor”.


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La empresa debe ser consciente de que un sistema de trabajo basado en objetivos solo funcionará con empleados responsables y comprometidos. Debe contar asimismo con un sistema para evaluar el desempeño de sus colaboradores, incidir en que estos sigan trabajando en equipo –pese a que sus objetivos sean a título individual- y mantener una comunicación fluida en todo momento.

El empleado gestiona el lugar y el tiempo

Una vez definidos los objetivos, es el propio empleado quien debe organizarse y dar con los recursos que le llevarán a conseguirlos. Se trata de un ejercicio de confianza, donde la compañía empodera al empleado y deja en sus manos la gestión de dos elementos que hasta ahora parecían inamovibles como son el horario y el lugar de trabajo.

Otros beneficios de implementar un sistema de trabajo por objetivos son:


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